25 ago 2010

Texto recuperado

Cuando la realidad se desdibuja y dejas de mirar hacia donde mirabas, o creías estar mirando... Justo en el momento en que todo comienza a girar a un ritmo tan vertiginoso como enredado. Cuando las ventanas no son sólo cristales sino que adoptan otros materiales y usos, al tiempo que los cuadros dejan de ser tan sólo instantes plasmados de una forma casi mágica, para cobrar vida, y tu vida deja de ser la que era para ser ahora una que se desarrolla en el entorno del cuadro que estás, estabas mirando, o simplemente miraste, durante algunos segundos, en algún momento de tu vida, en algún lugar de los que has visitado. Segundos que pasan a ser tu vida actual. Una en la que no caben minutos ni horas, sólo segundos, que van pasando y se derriten y tu cuerpo, con ellos...

Hablo de ese momento en que dejas de ser tú el que miras algo y comienza a ser otro el que te mira a ti mientras miras ese algo en el más absoluto y desgarrador de los silencios... Es justo entonces cuando te planteas ¿Quién mira a quién? ¿Quién miraba primero? ¿Quién es el otro? u otras preguntas como: ¿Soy yo éste que mira, o el otro? ¿Estoy mirando hacia donde creo que miro? ¿Qué estoy mirando en realidad?



Escrito hace ya algún tiempo...

El viaje. Eduardo Galeano




"... Así de simple se reduce todo: Entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje".

Versos

"...Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía..."

Pedro Salinas

24 ago 2010

Idas y venidas

Lo tenía delante, y sin embargo, ella ya no estaba allí. Si hubiera tenido algún indicio más, habría tenido la convicción absoluta de que su silla era la butaca de un cine de verano de algún pueblo, y lo que a él le rodeaba, el escenario de su película inventada. De ciencia ficción, eso sí. Con un guión muy novedoso e interesante, para variar... pero ficción, al fin y al cabo. Y ella hacía tiempo que se declaró adicta a las realidades, que se le agotaban las reservas de paciencia estudiada. La música de la feria que dejaban atrás, al subir al coche, se imponía a las palabras, tanto, que se le coló por alguna ventana y sonaba en su cabeza de una forma totalmente incontrolada y repetitiva, dando lugar a unos retoques a golpe de taladro que le dolían más de lo que podía soportar en aquel momento. Así que pararon para pedirle una tregua al aire que corría y descorría las cortinas de sus ideas cansadas. Al volver a ponerse en marcha, no sabía si ella era ella, y lo que había pasado era real o no tanto. Perdió de vista la carretera por unos instantes para entregarse al sueño como la mejor forma de desconectar de un mundo que parecía pesarle sobre la espalda... Tiró del cable y se desenchufó temporalmente. De repente, la voz de él la devolvió de golpe a una noche llena de luna, que subía puestos en su ranking personal de rarezas desmedidas. Y lo cierto es que no estaba segura de si fue su forma de mirarla, sus reflejos sobre el río quieto, las hojas de los árboles bailando con el viento, o la compenetración de latidos... Pero en ese justo instante, supo que por fin estaba de vuelta. Pero él ya no estaba.
Lo supo al cruzárselo por el camino.

23 ago 2010

Reflexiones

Siempre ha llamado poderosamente mi curiosa atención esa capacidad que tienen algunos de convencer mediante la palabra. Oral y escrita. Hablando claro, la habilidad de saberte conducir, hasta tenerte en su terreno, y no sólo eso, sino que se aseguran de que estés cómodamente sentado y con pocas perspectivas de abandonar el nuevo lugar en el que te han colocado, aunque tú pienses que es cosa tuya. Y sólo tuya. Hasta el punto de tener la convicción de que a ti, de allí, no te mueve nadie. Aunque sólo tres minutos antes ni te lo planteabas.

Me resulta totalmente asombroso cómo cambia una situación con una sola palabra de más, o de menos. Cómo cambia si lo dices o lo escribes, y si lo dices, si miras a los ojos mientras tanto, o al suelo o a otra persona. Cómo, si cuando hablas, buscas constantemente ese gesto en la cara, los brazos o las piernas de la persona en cuestión, o si por el contrario, te limitas a hablar como si en tu monólogo te fuera la vida, olvidando que quizás lo verdaderamente importante y decisivo está en el otro, y no en ti mismo.

Creo en el poder de la palabra,Negrita en lo que el diálogo, si se cuida, puede lograr, a pesar de los pesares. Y de las diferencias. En ellas reside la riqueza y el crecimiento personal, si eres capaz de estar por encima de ellas, y aprender.

A mi siempre me gustó aprender, de aquí y de allí. Es el tipo de cosas que no se olvidan, con el paso del tiempo.


18 ago 2010

Quiero, querer, queriendo... sin querer

Quiero despojarme de pesados lastres y correr hasta la cima, pero no por el mero hecho de llegar, y contar que he llegado, como hacen algunos..., sino por la maravillosa sensación de permitirme el lujo de hacer un descanso en el punto más alto, respirar hondo, disfrutar de las vistas y hasta la puesta de sol, para luego retomar mi inmersión en mi carrera personal, sin perder ni un poco más del aliento que a esas alturas, tiende a escasear. No voy a negar que me gusta bailar cuando estoy contenta por alguna tontería o que la risa floja es algo que me pierde, o que es genial cuando llegas, te esperara o no, pero sí tengo a mi favor que cuando hay que estar una seria, se está. Lo malo es conseguir mentalizarse a veces de lo que se nos viene encima, y es que, como hace poco comentaba con una de mis grandes amigas, tengo por momentos la impresión de que el toro siempre está preparado, listo y a la espera de un grito de ¡ya!, en la esquina de siempre. Y no me gusta nada. Sin embargo, yo me dedico a dar brillo a mi flamante lista de propósitos de los corrientes, no de los de año nuevo, sino más bien de los de todo el año que también cuestan. Quizás más... Y es que echo tanto de menos cosas que por leves e incluso imperceptibles que parezcan a veces, se hacen necesarias para avanzar, para ser constante en mi búsqueda permanente, en mi carrera hacia mi cima esperada. Objetivo primero y que paradójicamente aplazo sin fin. Como en un círculo que gira incesante, como el reloj de mi mesilla, pero sin el terrible tic-tac. Y menos mal, porque eso era lo que me faltaba. Mientras consigo ser justa con mis expectativas, me consuela pensar, que a pesar de la triste extinción de los milagros, aún quedan tiempos en que todo es más sencillo de lo que parece, y hasta el nudo más terco, termina por deshacerse cuanto menos te esfuerzas por conseguirlo. Tejeré con hilos de mi propia impaciencia conmigo misma, sin tiempo, sin fecha de inicio ni de caducidad, y sin sentido alguno. Para un día recordarlo con la mejor de las sonrisas puestas y una foto de mi ansiada cima junto al reloj de mi mesilla, que ha olvidado cómo hacer su molesto tic-tac. Aunque tal vez, para ese entonces, lo eche en falta.

13 ago 2010

¿Te acuerdas?

Me enseñaste a contar las estrellas, a encontrarle la forma a las últimas nubes del día, cuando casi se fusionaban con el azul profundo de después. A pesar de lo que me costaba, hace años, todo era tan distinto... Me dijiste con un dibujo esquemático de una mariposa, y su ciclo vital, tantas cosas trascendentales, en aquella noche tan triste, que no sabría ni siquiera repetir, aunque las interioricé a la perfección, a pesar de mi corta edad, entonces... Me abrazaste contra tu pecho sin que te lo pidiera, me secaste las lágrimas y me sacaste sonrisas. Me ayudaste y ayudas con todas tus fuerzas, que me regalas, siempre. Me has contado tus secretos, me susurraste consejos que intento seguir a pie juntillas, aunque no me lo pediste. Me abriste puertas y ventanas, me diste las pautas para nadar, volar y soñar. Me sigues cuando me caigo para tenderme tu mano, y alentarme a no tirar la toalla, me contaste cuentos y cambiaste pañales. Aguantaste incluso, que te leyera aquella interminable Historia de España, que se me atragantó en el instituto, aquella madrugada y me explicaste hasta el último minuto lo fundamental para que saliera bien. Me inculcaste que apostara fuerte por lo que quiero, y que a veces eso no basta. Escuchaste mis primeras palabras sobre papel y a día de hoy sigues haciéndolo. Me cantaste, y contaste tu filosofía del mundo interior, que me han ido forjando las bases sobre las que hoy descansan mis ideas. Me regalaste un reloj y me advertiste que lo mejor sería utilizarlo lo justo. Me mostraste lo que era reírme del vértigo, contemplar la naturaleza y entenderla y admirarla. Me agarraste al borde de nada y me empujaste cuando yo no sabía si era el momento y el tren se me escapaba. Sin querer. Queriéndote por lo que eres y estás, por lo que me apoyas, escuchas, entiendes... A pesar de los desencuentros, siempre nos encontramos y encontraremos.

Esto es Absolutamente Genial.

Extracto de la película "El lado oscuro del corazón"

No te salves, Mario Benedetti